“La misión amigoniana nace en la fraternidad”: Aprender por experiencia la ciencia del corazón humano (C.57)

Una de las expresiones que más mueve mi vida nacida en el corazón del amado Padre y Fundador Luis Amigó, podemos escucharla en la Encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, desde diferentes matices: en ella la fraternidad es una experiencia humano-cristiana; es un camino de Evangelio por senderos inesperados. Es una experiencia de vida que se encuentra en el lugar menos esperado, pero que prefiere la vida de las personas simples, antes que a las personas que se creen importantes. Considero un tesoro la llamada del Señor al camino amigoniano, como vía segura y cierta para llegar a la felicidad, al hacer vida otro de los caminos que nuestras constituciones nos presentan “la misión congregacional como misión de Iglesia Universal” que acoge “la juventud desviada del camino de la verdad y del bien” (Cfr. C. 56) aprendiendo de María lecciones de amor: “afrontar con valentía, buscar con afán, hacerse el encontradizo, mantenerse de pie, acoger con ternura, y esperar contra toda esperanza” (Cfr.C.59). Al leer Tutti Fratelli me siento saboreando el espíritu de las Constituciones de mi Congregación Amigoniana, porque el Papa Francisco, hombre controvertido por los de dentro porque nos saca de la elucubración teológico-dogmática, para emprender el retorno a la simplicidad del Evangelio, al mostrar tres caminos que unen la fraternidad como principio de vida y como camino que conduce a la misión amigoniana. Es como afirmar que Francisco, une la Iglesia en salida, la Iglesia misionera de Evangelii Gaudium, con la fraternidad universal, la Iglesia abierta a todos, de Tutti Fratelli. Y este es el sabor de las Constituciones de los Terciarios Capuchinos: el de la fraternidad tejida en el “ejercicio diario de la mutua aceptación y adaptación, del servicio y la amistad, de la corrección fraterna y el perdón”, (Cfr. C. 38) forma de vida que nos es propia, nos lleva al mundo de las periferias existenciales, en la humanidad provista del sabor y el olor del gozo fraterno. Es decir que nuestra forma de vida y misión, parte del testimonio de quien va a evangelizar mediante el contagio-testimonio de quien es capaz de perfumar, dar gusto y sabor a la humanidad que, como dice Francisco, está herida de humanidad, necesita ser curada y sanada mediante tres caminos: La Gratuidad, virtud bien franciscana, como “capacidad de hacer algunas cosas porque sí, porque son buenas en sí mismas, sin esperar ningún resultado exitoso, sin esperar inmediatamente algo a cambio.” (FT. 139); “actitud que hace crecer la humanidad, se hace modelo desde el testimonio y se hace siempre más concreta en la conciencia del saber que hoy o nos salvamos juntos o ninguno se salva.” (FT. 137) La Ternura a su vez, “es el amor que se hace cercano y concreto; es un movimiento que sale del corazón para llegar a los ojos, a los oídos, a las manos.” (FT. 194). La ternura es la fuerza interior que tiene el poder de hacerse gesto concreto de servicio. “La ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes” (FT. 191) “los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: ellos tienen el “derecho” de llenarnos el alma y el corazón. Sí, ellos son nuestros hermanos y como tales hemos de amarlos y tratarlos” (FT. 192). El Encuentro es la tercera curación que necesita la humanidad herida: “La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”(FT. 204) El diálogo es la prueba de lo concreto de la vida, vive del cuerpo a cuerpo con la presencia del otro. El diálogo no impone los modos propios de pensar que conducen al otro a disquisiciones infinitas para llevarlo a su propia posición. “Esto, implica incluir a las periferias. Quien está en ellas tiene otro punto de vista, ve aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder donde se toman las decisiones definitivas” Es necesaria una cultura del encuentro… “Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible.” (FT. 215) El amigoniano vive en actitud de gratitud, ternura y encuentro, convencido como ha de estar, que es llamado para amar a los pequeños del mundo, con un amor singular, porque cuando amamos desde el alma, sabemos que esta, hace camino hacia el rostro concreto del hermano y la hermana, y más aún, si su humanidad habita en la periferia existencial o geográfica, que es algo así como el banco de prueba de la fraternidad cuando se hace misión evangélica en la Iglesia de Jesús.


Fr. Marino Martínez Pérez. tc.


Colegio San Rafael, Manizales

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