Hace tres años, celebrábamos, con toda solemnidad, los 125 años de fundación y nos encontramos ya en plena celebración de los 128. Conforme vamos sumando años al acontecimiento de nuestra fundación — hecho, sin duda, esencial para nuestra identidad amigoniana —, vamos ampliando nuevos centenarios en nuestra particular historia. Y en esta celebración del 12 de abril de 2017, quisiera comentar con ustedes, hermanos religiosos, cómo era nuestra congregación hace ahora exactamente cien años. Para entonces — para aquel 12 de abril de 1917 — tan sólo estábamos presentes en España — país en que habíamos sido fundados —, teníamos abiertas siete casas — Monte-Sion en Torrent, Santa Rita en Madrid, San Hermenegildo en Dos Hermanas, San Antonio en el mismo monasterio de Yuste, San José en Godella, San Nicolás en Teruel y Caldeiro, en Madrid. — y éramos tan sólo 87 religiosos, contando incluso a los novicios. Hoy en día — cien años después — estamos presentes en 22 países, mantenemos abiertas más de 60 Casas con sus correspondientes obras apostólicas, llevamos a cabo otros muchos programas de menores en situación de riesgo o de conflicto a través de OPAN en la Provincia San José y de la Fundación Amigó en la Provincia Luis Amigo, y somos cerca de 380 religiosos, contamos con numerosos seglares comprometidos con nuestra misión, ya como cooperadores, ya como amigos o voluntarios, tenemos muy definida y clarificada nuestra identidad y nuestra misma Pedagogía goza de renombre y reconocimiento internacional, que viene avalado de modo particular por nuestra Universidad Católica Luis Amigo.
Como ven, todo un ramillete de motivos para dar verdaderas gracias a Dios en nuestra celebración de los 128 años. Gracias, Padre, por todo lo que nos has enriquecido con tu gracia, a cada uno de nosotros: religiosos, alumnos, alumnas, seglares comprometidos…
Gracias, Padre, por el bien que has querido obrar por mediación nuestra en todos aquellos que hemos atendido en nuestra acción apostólica y, en especial, en los niños y jóvenes que nos han sido confiados. Gracias por el extraordinario don que nos has hecho, al regalarnos este carisma que nos distingue e identifica y que tiene como valor más característico y esencial, la misericordia con que Tú acogiste al hijo que se había alejado de casa y con la que tu Hijo cuidó a las ovejas que le habías confiado, prodigando con su actitud de cariñosa búsqueda y tierna acogida a las que andaban mas extraviadas y necesitadas.
Gracias por la vida de nuestro querido Padre Fundador, el Venerable Luis Amigó, pues supo transmitirnos con palabras, pero sobretodo con su talante y testimonio, ese mismo regalo del carisma que nos hiciste llegar por mediación suya. Y gracias, de manera particular, por habernos regalado — a través de tu Hijo — a Nuestra Madre, la misma que a Él le acompañó hasta el final, al pie de su Cruz. A ella nos confió el Padre Fundador, al dárnosla como Modelo y Protectora, invitándonos así a que “su presencia en nuestra vida sea fuente de la generosidad y misericordia, de la fortaleza y de la ternura, que requiere nuestra misión” (Const.7). Su fiat, al pie de la Cruz es estímulo y esperanza de nuestra diaria fidelidad (Const. 14).
De Ella estamos llamados a imitar su humildad y cercanía a los necesitados (Const. 22). Su virginidad fecunda es para nosotros estímulo y ejemplo (Const. 27). Unidos a Ella, como Esclava del Señor, participamos más íntimamente, con nuestra obediencia, en el misterio pascual de Cristo (Const. 33). En torno a Ella, construimos la comunidad fraterna (Const.42). Conservamos, como Ella, las palabras de Jesús y los acontecimientos de la vida, meditándolos en nuestro corazón (Const. 49). Su devoción forma parte de nuestro patrimonio espiritual y depositamos en sus manos nuestra necesidades y la de nuestros alumnos (Const. 51). Su presencia al pie de la Cruz es para nosotros ejemplo de aquel amor maternal que debe animar a quienes en la misión apostólica de la Iglesia cooperan a la regeneración de los hombres, y su fortaleza y ternura inspiran y estimulan nuestra dedicación apostólica, como fieles ejecutores, en favor de los jóvenes, de la herencia y voluntad de Jesús: Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu Madre (Const. 58). Y sus dolores nos ofrecen, desde su prospectiva pascual, nuevos matices que enriquecen nuestra vida espiritual y constituyen lecciones de amor que nos estimulan a seguir, con renovado y creciente amor, las huellas del Buen Pastor. Que así sea.
Superior General y Consejo.