Llegamos de Puerto Rico el día 04 de julio, junto con Fr. Salvador, a la ciudad de Santo Domingo. En el aeropuerto nos esperaba el P. Francisco Solís, quien nos llevaría a casa, pero antes, pasamos por la sede de la Conferencia Episcopal del país, para saludar en comunión al Señor Obispo de la Diócesis, Mons. Víctor, quien amablemente quiso recibirnos antes de irnos a la comunidad, pues no estaría en su sede estos días. El siguiente día dimos inicio a la visita con la Eucaristía comunitaria. Es de notar que en casa no estaba Fr. José Armengol, porque realiza el curso de preparación a los votos perpetuos en Manizales, Colombia.
Una comunidad joven, cinco juniores, cuatro de ellos en collegialiter. La calidez de los hermanos y sus detalles, hacen sentir que la precariedad de la Institución y de la casa que habita la comunidad – pues han demolido todo el edificio y han iniciado una nueva y gigantesca obra – nos ha hecho sentir no sólo en casa, sino como si fuéramos ricos y viviendo en un palacio.
El trabajo como tal de la visita fue desarrollado en su totalidad; los hermanos no sólamente atentos sino como esponjas recibiendo el mensaje y dejando que él entrara en sus corazones jóvenes en donde es el Señor quien lo hará producir.
Aunque es período vacacional, fueron invitados todas las personas que trabajan junto con los chicos y tuvimos un encuentro de cercanía. Es notorio el grado de antigüedad que tienen los educadores y demás colaboradores, algunos de ellos egresados de la Institución y otros sucesores de familiares que aquí han trabajado. Un recuerdo afectuoso para los hermanos que han pasado por aquí es la tónica de la conversación, así como la esperanza que suscita tener una comunidad grande y las posibilidades que se abren con el nuevo edificio, que aún tardará. Hemos tenido la oportunidad de encontrarnos no sólo con la comunidad sino con cada hermano y ha sido una bella ocasión para construir fraternidad desde la cercanía en la escucha humilde y respetuosa del hermano, lo que acrecienta el diálogo y nos hace madurar en la relación.
También en un encuentro muy especial con la participación de los chicos de casa – todos muy bien vestidos, con zapatos, la mayoría camisa de manga larga y bien arreglados para la eucaristía como cultura institucional – nos acompañaron también las hermanas Terciarias Capuchinas de Hainamosa, los grupos laicales de ellas y la familia amigoniana de San Cristóbal, sobresaliendo los niños de zagales dirigidos por Fr. Herson, quienes actuaron una bella coreografía de una canción religiosa.
Ha sido un encuentro muy afectuoso con esta comunidad, la última en la visita canónica a esta querida Provincia del Buen Pastor y antes de partir a Costa Rica para el Consejo General, que tendrá lugar allí y luego el encuentro de los Consejos General y de la Provincia para hacer el cierre de la Visita Canónica, además de un encuentro final con los religiosos que puedan participar el día 12 y 13 de julio para presentar algunos hallazgos y recomendaciones finales.
Llama poderosamente la atención que cuando la precariedad en las construcciones, la falta de comodidades y la ausencia de muchos objetos que nos dan seguridad se hace notoria, como que en la misma medida, crece el afecto entre hermanos, la fraternidad se fortalece, el espíritu se sobrepone y supera estas vicisitudes dando paso a la alegría de vivir y a la satisfacción del compartir lo poco que tenemos.
Bendecimos al Señor por todo lo realizado, porque ha sido actor y compañía en este servicio de vida fraterna y de compromiso de consagrados como lo es la Visita Canónica que en esta querida Provincia del Buen Pastor ahora concluimos. Sabemos que hemos sembrado y tenemos la certeza de que el Señor conoce los frutos que puedan cosecharse.
Un abrazo agradecido a todos los hermanos de esta Provincia que nos han recibido en calidad de hermanos y discípulos y que nos han permitido entrar en sus comunidades y en sus almas con los pies descalzos.