Estimadas hermanas y estimados hermanos de la familia amigoniana:
Paz y Bien
Al llegar la Navidad expresamos a todos ¡Feliz Navidad! Es un deseo sincero que siempre se manifiesta en la alegría con la que vivimos estos días, en la cercanía con los que nos rodean, en los adornos de nuestras casas, en las luces de las calles, en tantas buenas intenciones y también en nuestro acercamiento y solidaridad con los necesitados porque siempre estamos más sensibles a esta realidad en estas fechas. ¿Pero cuál es el deseo de Dios en la Navidad?
Aventurándonos a conocer un poco el pensamiento de Dios podemos decir que la Navidad es la posibilidad que Dios nos ofrece de caminar juntos haciéndose hombre como nosotros. La iniciativa es suya porque tiene interés en compartir su vida con nosotros. Él, que es fiel a la promesa con su pueblo, quiere caminar conmigo y contigo, con cada uno de nosotros, con toda la humanidad, sin dejar a nadie descartado.
Esta voluntad de Dios supera todas las dificultades haciendo posible el gran acontecimiento del nacimiento de Dios: un edicto del emperador para ir a inscribirse cada uno a su lugar de nacimiento pero, que con disponibilidad hace que José y María vayan a Belén; un nacimiento sin lugar en la posada pero que con creatividad buscan un lugar en el pesebre; una noche oscura y a la intemperie, mientras otros hacen fiesta o duermen pero que hace estar alerta y abiertos a los pastores; una nueva estrella que pasa desapercibida para muchos y que a unos magos de oriente, extranjeros, les hace ponerse en camino para adorar al Niño mientras el rey del lugar busca matarlo…
Nuestro Dios trinitario no se contenta sólo con relacionarse consigo mismo, sino que busca la relación con nosotros y nuestra participación en la construcción del Reino. A pesar de todas las dificultades Dios busca siempre la posibilidad de caminar con nosotros y entra en la historia con el permiso de las personas: el “hágase tu voluntad” de María, el “hizo lo que el ángel le había mandado en sueños y recibió a su esposa” de José, el “vamos a Belén a ver eso que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado” de los Pastores, el “hemos visto su estrella … y se pusieron en camino” de los Sabios de oriente… y ¿de nosotros? Dios también quiere caminar con nosotros, aunque nosotros en alguna ocasión no estemos alerta, no escuchemos o no nos pongamos en camino.
Siempre habrá personas que estén alerta, que sigan buscando y que se encuentren con la Verdad, con la Luz con el Camino.
Por esto este tiempo de Navidad quiere ser un tiempo para dejarnos sorprender por el Acontecimiento de Dios que se hace semejante a nosotros y que quiere estar a nuestro lado y caminar con nosotros, es un Dios que nonos abandona, aunque no le busquemos, es un Dios que busca un resquicio en nuestra vida para colarse en nuestra vida y llenarla de sentido.
Más tarde o más temprano nos pedirá nuestra autorización, una autorización que se renueva cada día y cada instante (no vale para hoy la respuesta que di ayer). Quizá esta Navidad más que nunca nos hace falta caminar juntos, porque nos necesitamos más y es necesario contar con todos para que nadie quede excluido en esta pandemia que estamos sufriendo y muchos corren el riesgo de la soledad, la depresión, la desesperanza y el sin sentido. Por eso este es el tiempo de la acogida, el encuentro, la escucha, el dialogo, la corresponsabilidad y el compromiso. Es el momento de darnos cuenta que Dios cuenta con nosotros para su proyecto de Reino y de la misma manera tenemos que buscar la participación de todos nuestros hermanos. No es posible vincularnos al proyecto de Dios prescindiendo de nuestros hermanos “el que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.”
Con el nacimiento del Enmanuel comienza el tiempo del “Dios con nosotros” que nos dirá “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” y que nos asegura “os enviaré al Espíritu” y además nos muestra su presencia en los más débiles “os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis.”
Puede ser que se trate de acoger el rostro relacional de Dios y poner en el centro de nuestra vida la escucha, la acogida y el encuentro con este Dios que se hace pequeño y que quiere dialogar con nosotros y discernir aquello a lo que estamos llamados. Es un verdadero camino de conversión a lo que llamamos una espiritualidad de comunión para poder caminar juntos.
Pero este camino, aunque personal, no lo podemos realizar solos, estamos llamados a realizarlo juntos la familia amigoniana. Dios no camina sólo conmigo, sino que camina con su pueblo, incluso con aquellos que nos son de lo que llamamos pueblo como son los magos de oriente.
Esta Navidad tenemos una gran oportunidad de aceptar el reto de Dios: caminar juntos: con Él y con todos los hermanos y hermanas. Un camino sinodal apasionante que nos invita a ir juntos en la misma dirección y abajándonos y humillándonos siempre a las necesidades del que más le cuesta caminar y fieles al carisma que Dios inspiró al P. Luis Amigó y nosotros hacemos visible en el mundo.
Pedimos a la Sagrada Familia de Nazaret que caminando juntos como familia amigoniana haga de nuestro mundo un hogar de acogida, escucha, diálogo y encuentro para que todos digan de nosotros como de los primeros cristianos “Mira cómo se aman unos a otros.”
P. Jesús Mª Etxetxikía Pérez.