Fallecimiento de Nuestro Hermano Fray Israel Marín Franco

El día 09 de junio, ha sido llamado a la Casa del Padre, a la edad de 77 años, nuestro querido hermano FRAY JOSÉ ISRAEL MARÍN FRANCO, miembro de la comunidad Universidad Católica Luis Amigó de Medellín (Antioquia). Provincia San José
Fray Israel nació en el Peñol (Antioquia) el 24 de Octubre de 1940, hizo su Primera Profesión el 08 de Diciembre de 1962, sus Votos Perpetuos el 08 de diciembre de 1966 en la Comunidad Ciudadela Zagales, la Linda en Manizales.
Gracias querido Fray Israel, por tu entrega generosa, por tu amor a la Congregación, gracias por tus gestos de fraternidad con todos tus hermanos.
Dios te reciba en su Casa como Padre.
FRAY JOSÉ ISRAEL MARÍN FRANCO
*24 Octubre de 1940, El Peñol, (Ant.) 
+09.06.2018, Medellín, (Ant.)
Seguir a Jesús, ser escogido por Él, vivir con el Señor (Jn.1,39)

Un fraile como los que hacían antes

«Tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera». Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».(Mc. 3,32-35)
Seguir a Jesús significa asimilar su manera de pensar y de vivir; liberarse de lugares comunes, entrar en su corazón para amar como él amó y orientado siempre por la voluntad del Padre.
Así lo vivió nuestro querido hermano Fr. Israel y con esas mismas formas, invitaba a tantos y tantos muchachos como lo hizo durante estos 23 años. Fue el eterno promotor de la Provincia San José. Desde la Curia Provincial en Bogotá llegó al Amigó de Medellín con el mismo ministerio. Las alturas le hacían mal; al cuerpo por su presión arterial, y a su manera de ser, porque era un fraile hermano, simple sin ser simplista, aunque alguno decía que pertenecía a la “Jesus Company”, por sus maneras finas y exquisita limpieza, por el orden impecable en su manera de ser, vestir y  vivir.
La promoción vocacional  fue su ministerio desde el año 1996 cuando fue nombrado como tal en la Curia Provincial de Bogotá; pasa luego a la Universidad Luis Amigó en 1999 con el mismo servicio, y desde entonces, hasta su regreso a las manos del Padre esta noche de viernes 8 de junio o amanecer del sábado 9.
Con este querido hermano, conviví durante diez años y tuve la maravillosa oportunidad de hacer comunidad con él, de conocerlo y amarlo, de sentirme querido por él, y de admirar sus maneras y sus formas de ser fraile.
Tantos años en el mismo servicio, prestado con infinito amor y dedicación, hicieron de Israel una persona muy conocida en la ciudad de Medellín y en el departamento de Antioquia. Así como el Evangelio de hoy nos narra la multitud que rodeaba a Jesús, así eran los encuentros de Fr. Israel en los colegios cuando iba de campaña vocacional, siempre junto con nuestras hermanas Terciarias Capuchinas, las que lo apoyaron y apoyaba.
Y qué decir de los encuentros que pude vivir en la Universidad Luis Amigó cuando una o dos veces al año convocaba todos los muchachos y muchachas con inquietudes vocacionales en el Auditorio  Santa Rita. Eran muchas las sillas que teníamos que agregar al auditorio… y él con sus maneras de organizador, a cada uno iba dando su compromiso: el saludo inicial, la presentación de la Congregación y sus obras, la charla central, la animación musical, los cantos y grupos, los refrigerios… y a todos nos miraba desde la torre de control, “ todo lo tenía calculado”… él no movía un dedo en estos eventos… pero tenía sus formas para que ellos salieran bien… y cómo lo seguían los muchachos y muchachas que le conocían; y de qué manera afable atendía a cada uno en su momento, visitaba sus colegios o lugares de trabajo, iba a sus familias y todo lo que un  promotor a la vieja usanza hacia… y cuenten frailes en Colombia que pertenecen a esta cosecha. Desde luego que como buen fraile a la manera vieja, también sabía pescar en el balde ajeno.
Es verdad, como en el Evangelio del día, tanta luz delante de su figura, no necesariamente hizo que su familia pensara que Fr. Irra estaba loco, como para que lo mandaran a buscar. Cercano a los suyos, a Carmen su madre, así la llamaba a secas, a quien visitaba algunos días en sus vacaciones; a sus hermanos y hermanas con quienes mantenía una exquisita relación fraterna y con quienes compartía las veces que podía y a quienes visitaba con cierta frecuencia. El resto… era todo de la vida de comunidad. Atento con los hermanos, servicial en todo lo que podía, responsable con sus compromisos religiosos, fraile grave como decían antes… su oración personal, el contacto personal e íntimo con el Señor; el estar con él… era exquisito y sin apariencias o búsquedas de ser observado. Cuántas veces al pasar por la capilla allí te lo encontrabas sentado delante del sagrario o desgranando avemarías en su denario. Él no gritaba diciendo que era fraile; su vida simple y sin dobleces lo hacía reconocer y ser seguido. A todos servía de igual manera sin ninguna singularidad… cuántos muchachos llegaron a tener su Libreta Militar a través de sus acciones y del conocimiento que de este camino tenía.
Y en la vida familiar y comunitaria, no era un hombre de exigencias. Su vestir simple pero impecable; sabía cuidarse en las comidas que podían serle perjudiciales; no reclamaba nada y en todo participaba. Jamás le sentí alzar la voz o entablar una discusión. Israel tenía la filosofía de que para pelear se necesitaban dos y él nunca estaba ahí. Acudía siempre a todos los actos propios de la vida en comunidad y en todos participaba… aunque algunas veces se echara sus sueñitos, allí estaba y todo lo había escuchado, porque como lo decía, “no dormía, apenas cerraba los ojos para concentrarse”; claro que a veces su concentración se dejaba sentir.
En la Luis Amigó hacía parte, sin serlo, del elenco de servicios generales… pregúntenle a Don Alberto, el guarda eterno de la Luis Amigó… llegaba a la portería apenas sus actividades comunitarias se lo permitieran, tomaba una silla, saludaba a todos los que llegaban, estudiantes o empleados, y todos sabían que él era Fray Israel, o como diría un hermano que ya se fue a la casa del Padre, El Comandante, pues todo lo sabía antes que el rector o los decanos, pero nada salía de su boca, era discreto, no era hombre de maledicencias ni comentarios fuera de lugar. Es muy posible que en el cielo  a donde se nos ha adelantado, porque ya ha llegado, le hayan encontrado sustituto o ayudante a San Pedro.
Desde luego que Fray Israel, antes de ser promotor vocacional fue un auténtico zagal del Buen Pastor y fiel discípulo de su amado Padre y Fundador Luis Amigó; y al modo de los frailes a la antigua, de los que llevaban su sección impecablemente, era respetado y amado por sus muchachos… y alguna mala lengua dice que la sección de los muchachos que le había sido asignada, llegaba a ser república independiente. Así lo conocieron en la Escuela de Trabajo La Linda de Manizales; en la Escuela Vocacional de Chapala en Panamá; en la Escuela de Trabajo San José de Bello, en el Colegio San Antonio de Bogotá; en el Colegio Espíritu Santo de Bogotá y en la Escuela Agrícola San Pedro en Madrid, Cundinamarca. Con devoción de verdadero hermano que sabe ir delante, que enseña con el ejemplo, que muestra la verdadera Puerta del redil a sus ovejas, que dedica su tiempo integral al estar con “sus muchachos”, que se gastó por sus hermanos en vez de oxidarse por sí mismo, así conocí a Fr. Israel y puedo dar fe de su ser auténtico de Terciario Capuchino.
Allí en la mansión celestial lo habrá acogido su padre, Don José, y tantos hermanos y hermanas que le conocieron, le valoraron y amaron por su vida coherente, por sus maneras exquisitas en el trato, por ser un hombre ecuánime; porque nunca en su vida hizo del alzar la voz un argumento, porque defendía la porción del rebaño que el Señor había puesto bajo su cuidado, porque era un fraile como los hacían antes y como, seguramente, él quiso que fueran aquellos tantos a quienes les abrió las puertas de su amada Madre Congregación, para que vinieran a “estar con el Señor, teniéndolo a Él como centro y después del “vengan y vean” (Jn.1,39), vivieran en la fraternidad como forma de ser y de actuar en el nombre del Señor Jesús.
Que con su túnica de Terciario Capuchino que sabía llevar con discreta elegancia, sea recibido en las mansiones eternas el buen hermano que supo amar sin límites ni distinciones, y que fue amado, porque en él pudimos encontrar la transparencia del Dios que vive entre nosotros.
Fr. Marino Martínez Pérez, tc.

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