Mensaje de Monseñor Bartolomé Buigues Oller TC., en su Ordenación Episcopal

Tus acciones Señor son mi alegría y mi júbilo las obras de tus manos. Qué magníficas son tus obras Señor, ¡qué profundos tus designios! Cuando contemplo la historia de mi vida veo patente la intervención de Dios que desde antes de nacer ya me había llamado, que me guía según sus designios amorosos y me pide una participación especial en su plan de salvación. No siempre he comprendido su actuación, pero Él me ha dado la gracia de permanecer atento y de estar disponible. Cuán profundos han sido sus designios al llamarme ahora al episcopado. En el ámbito de su gracia, como María, me abandono en sus manos y reboso de sentimientos de alegría y agradecimiento.
Algunos de los cantos de esta celebración, compuestos por mí, expresan bien mi experiencia vocacional. He sentido que el Señor ha caminado siempre conmigo. Un día entró en mi vida y me habló al corazón, algo especial de mí quería. Me cautivó con su voz, con su mirada. Me amó sin medida y me eligió. Ya del todo inmerso en la corriente de su amor, nunca más me pude resistir. Me pide darme por completo, y no sé si podré corresponderle, más por Él suspira ya todo mi ser. El Señor, los hermanos, la fraternidad, y los pobres, los muchachos sin amor, sin esperanza, que, con su rebeldía, piden hoy que haya hombres que se entreguen por amor. En definitiva, el Señor se empeñó dulcemente, en hacer, que diera un sí a su proyecto de amor, que le entregara mi corazón para que Él lo preparara para amar. Sostiene ahora mi camino, por siempre Él es fiel, con él voy seguro y a nada he de temer, en sus manos yo me confío.
Cristo, Buen Pastor, me ha consagrado a Él como Zagal de su rebaño, testigo de su amor, signo de misericordia, para los que están como ovejas sin pastor. Y ello, a través del Carisma que nos transmitió el P. Luis Amigó con estas palabras: “Ustedes, mis amados hijos e hijas, a quienes Él ha constituido zagales de su rebaño, son los que ha­n de ir en pos de la oveja descarriada hasta devolverla al apris­co del Buen Pastor. Y no teman perecer en los despeñaderos y precipicios en que muchas veces se habrá de poner para salvar la oveja perdida”. Invitado a ser apasionado de amor, sencillo y fraterno, mensajero de paz, como Francisco de Asís. Soy parte de una Congregación, de una Familia convocada en torno a este Carisma para colaborar de forma especial en la Redención de Cristo. Cuanto agradezco las muestras de cariño de ésta, mi familia, particularmente en este tiempo. En verdad me han hecho sentir el regalo de la fraternidad.
En su misericordia, se dignó también llamarme al ministerio presbiteral, que cobra una dimensión especial vivido en el Carisma Amigoniano: sentirse configurado con Cristo Buen Pastor que ha venido a buscar y salvar lo que está perdido, porque sabe que hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión. Ministro de la Palabra que transforma e ilumina la vida de los que están desorientados. Ministro de los sacramentos que envuelven en la misericordia de Dios para que no vivamos con menos de la dignidad que nos corresponde como a sus hijos.
Me permite ahora, en su abismo de gracia, participar de la plenitud de su sacerdocio en el ministerio episcopal. Siento que me lava los pies para que haga de mi vida, unida a la suya, un proyecto de servicio. Que me invita a cargar con su cruz para que esté radicalmente entregado como Él y así, haciéndome todo para todos, ganar a los alejados y perdidos. Es lo que expresa mi lema episcopal, que he tomado de mi P. Fundador, Luis Amigó, modelo para mí, también, en este ministerio episcopal, Doy mi vida por las ovejas.
Pero todo esto no puedo vivirlo ahora sino encarnado en esta querida porción de su Iglesia, la diócesis de Alajuela, que me confía el Señor. Es, por tanto, ya, el ámbito para crecer en la fe y en mi vocación, la familia en donde vivir la comunión que origina el Señor, el campo amplio de mies que espera ser cultivada para dar fruto según el Reino, frutos de justicia y paz que anuncien que una sociedad nueva es posible, por la acción de Dios, según el Evangelio.
Vengo a esta diócesis para caminar con ustedes y buscar el designio de Dios, favoreciendo su acción en medio de nosotros. Quiero escuchar, dialogar, tender la mano para crear comunión, apoyarnos en la vivencia de nuestra hermosa vocación cristiana. Para ponernos en camino de misión, como nos pide el Señor y la Iglesia, danto testimonio de nuestra fe y anunciando la salvación que el Padre nos ofrece en Cristo. En definitiva, para estimularnos a ser santos, como nos ha recordado hace poco el Papa Francisco.
Por ello, lo primero será conocernos y conocer en profundidad la diócesis. Conocer y estar cercano a los sacerdotes, que son mis primeros colaboradores, a los que cito ya para un primer encuentro personal. Tomar contacto con las distintas comisiones de trabajo en la diócesis y empaparme bien de sus documentos programáticos, con las parroquias y sus consejos pastorales, conocer sus ilusiones, esperanzas y dificultades. Ya he tomado los primeros contactos y tengo que agradecer profundamente la acogida cálida y la ayuda incondicional que me ha dado mi hermano Mons. Ángel San Casimiro, el testimonio de Mons. Barquero, la cercanía de mis hermanos sacerdotes y de las comunidades parroquiales que he visitado, tantos que se han comunicado conmigo por medio de las redes sociales. Mis hermanos de la conferencia episcopal, aquí presentes, me han expresado su cercanía y me han abierto espacio fraterno entre ellos.
Siento ahora que, en la animación pastoral, debemos marcar algunos énfasis o prioridades: favorecer la unidad con el Señor, la apertura y conversión al Evangelio; trabajar por la comunión eclesial a todos los niveles, y aún la ecuménica; trabajar por la justicia y la paz, acogida a los pobres en todas sus expresiones; los jóvenes, en especial aquellos que están en dificultad; la dimensión misionera y de evangelización; la pastoral vocacional, tanto de acrecentamiento de los que ya somos llamados como de las nuevas vocaciones, la cultura vocacional en general… Si permanecemos con este talante, el Señor nos irá mostrando otras necesidades y nos inspirará la forma de responder a ellas desde su misericordia.
En consonancia con esto, quiero comunicar que mantengo en todos sus cargos a los hermanos nombrados en este momento para los distintos servicios en la diócesis. El Señor y el diálogo constante con los hermanos nos irán inspirando los cambios necesarios de cara al futuro.
Cuanto tengo que agradecer al Señor por la familia que me ha concedido, aquí presente mi madre, mi padre unido a nosotros desde el cielo, mi hermana y cuñado, mi prima y esposo, mis amigos desde la infancia. De ellos he aprendido tantos valores, en particular el tesoro de la fe que ha sostenido y sostiene mi vida. Cuán importante es comunicar la fe en la familia, desde pequeño, como hacía mi madre, uniendo este anuncio a la ternura y amor incondicional que marcaba sus palabras en mi corazón. A mi pueblo Teulada que me ha arropado en todo y está hoy tan feliz por este paso que da uno de sus paisanos. La representa aquí su alcalde y Raúl, uno de sus concejales. A su párroco P. Vicente y el P. Pascual párroco anterior. Gracias por estar aquí hoy, por compartir conmigo este acontecimiento.
A las autoridades aquí presentes: Gracias también por estar aquí, quiero colaborar con ustedes en el servicio a la ciudadanía aquí en Alajuela y su Diócesis, en Costa Rica entera.
Hay unos invitados especiales a esta celebración, dos hermanos privados de libertad, en representación de todas y todos los demás. Nos alegra su presencia y la posibilidad de vivir juntos la misericordia de nuestro Dios que a todos renueva y dignifica. Gracias a todos los que han colaborado en los distintos ministerios en esta celebración, el coro mixto de la diócesis y de mi Congregación Amigoniana. A los seminaristas aquí presentes, esperanza vocacional para nuestra Iglesia. A todos los aquí presentes y a los que nos siguen por los distintos medios de comunicación muchas gracias. Les pido sus oraciones por mí y prometo estar orando por todos ustedes.
Desde el momento en que el Sr. Nuncio me comunicó el nombramiento como obispo por parte del Papa Francisco, he sentido una gran alegría, una gran responsabilidad y una gran confianza. Alegría porque es un encargo del Señor y de la Iglesia. Responsabilidad porque el Señor me confía la animación pastoral de toda una diócesis. Una gran confianza porque estoy convencido de que, si es el Señor el que me llama a este servicio, Él me dará su fuerza para llevarlo a cabo. No he podido más que asumir este encargo con la disponibilidad que el Señor me ha regalado siempre en mi trayectoria vocacional.
María, nuestra Madre Dolorosa, primera colaboradora en la Redención de Cristo; en su advocación del Pilar, la negrita de los Ángeles; San Juan Nepomuceno, patrono secundario de nuestra diócesis y San Felipe Neri cuya memoria celebramos hoy, tan inspirador para mí porque expresó la caridad de Cristo con los niños de la calle, intercedan siempre por nosotros en este nuevo caminar junto a tantas hermanas y hermanos que nos han precedido en una vida santa según la vocación a la que estamos llamados todos los cristianos.
+Mons. Bartolomé Buigues Oller, TC
VII Obispo Diocesano de Alajuela

 

La Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos, Amigonianos, se llena de alegría por este nuevo servicio que Dios ha tenido a Bien encomendarle a nuestro Hermano fray Bartolomé Buigues Oller, cuenta siempre con la oración de la congregación, religiosos y laicos. DIOS LE BENDICE SIEMPRE.

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