El lunes quince de octubre, después de concluida la visita a la Comunidad Nuestra Señora de Monte Sión en Torrente, Fr. José Antonio Lainez Cetina, vino a buscarnos y con él nos fuimos hacia la comunidad de Villar, pero antes, tomamos la decisión de pasar por el Seminario San José y hacer la visita a los hermanos, especialmente al P. Jesús Aribe, quien en días pasados sufrió una trombosis cerebral de la que se recupera en la comunidad de los hermanos mayores del Seminario. Con él conversamos un buen tiempo, le contamos nuestro interés en esta visita, y cómo, dada su ausencia y la del P. Epifanio López, el otro miembro de la comunidad, esta sería una visita atípica y de pronto hasta premonitora del futuro, pues nuestros laicos cada día van copando espacios, con el mismo espíritu carismático con que los religiosos lo hemos hecho durante tantos años y lo seguiremos haciendo mientras el Señor nos siga regalando vocaciones a la Vida Consagrada.
Ya en casa, en la tarde, tuvimos un riquísimo encuentro con el primer grupo de educadores del Centro, quienes pasan ahora por algunos momentos de desacomodo, a raíz de que las plazas del centro pasaron de 18 a 24, a pedido de la Generalitat, y esto ha producido algunos traumas entre ellos.
Aún así, narran su extraordinaria experiencia como educadores amigonianos. La felicidad que sienten de prestar este servicio como parte de su proyecto vital. Hacen énfasis en el sentido grande de equipo que tienen y que les fue inculcado por el P. Jesús Aribe cuando desde el principio les marcó esta necesidad, en las formaciones que durante una semana realizaban todos los meses de septiembre. Y esta es otra característica de este grupo humano de profesionales: todos llevan un largo tiempo de servicio con la Congregación y de ahí que recuerden con inmenso cariño a muchos hermanos que han pasado por sus vidas y que han dejado en ellos una huella imborrable: Fr. Horacio Gutiérrez, Manolo Puch, Fr. José Miguel Bello, Fr. José María Martín, Fr. Diosdado y desde luego el P. Jesús.
Al día siguiente tuvimos la oportunidad de encontrarnos con la otra parte de los educadores: las mismas características y el sentimiento entre ellos de tener que generar estrategias nuevas para arropar a los nuevos educadores que, a raíz del aumento de plazas, deberán ir contratando, de los cuales ya algunos estaban presentes y con poco tiempo en el centro, manifestando todos sentirse muy acogidos y a gusto con lo que están haciendo, aunque faltos de experiencia.
El ambiente del centro es muy pacífico. La presencia permanente de los educadores con los chicos es notoria; el trato que les dan es amable y exigente, conjugando la sabiduría ya centenaria de la pedagogía amigoniana: amor exigente-exigencia amorosa. Los chicos se sienten bien en el centro según lo manifiestan. Algunos apenas están llegando, pero se sienten acogidos y no pensaban que tendrían un día casa y familia que los acogiera, dicen.
Una visita canónica-fraterna diferente. Centrada en los educadores y en los chicos, dada la situación de la comunidad. Pero nos despedimos felices por la acogida y acompañamiento generoso de Fr. José Antonio (Barbas), quien con su simplicidad y fraternidad fue un buen hermano en estos días de encuentro común. Oramos al Padre Dios por la recuperación del P. Jesús y para que la llegada el 19 del P. Epifanio, le dé más luz aún a la comunidad.